Waco, la masacre que marcó para siempre a EEUU

Hace 25 años, era atacado el rancho donde estaba atrincherado un grupo religioso.

En los campos de Texas, 25 años años después, un rancho mantiene su atmósfera sombría sin que se haya podido esclarecer cómo pudo ocurrir una de las tragedias más tristes de Estados Unidos, la masacre de la secta de los davidianos en Waco.

El 19 de abril de 1993, entre explotaciones ganaderas, el rancho Monte Carmelo, en el centro del inmenso estado de Texas, ardía provocando la muerte de 76 miembros de la secta (19 hombres, 34 mujeres y 23 niños), a los que se sumaron cuatro policías durante un tiroteo, mientras la nación entera veía la operación policial de desalojo por televisión.

El operativo llevado a cabo por el Buró Federal de Investigaciones (FBI) y el gobierno del entonces presidente, Bill Clinton, sembró muchas incógnitas sobre cómo un joven de 33 años y sus seguidores pudieron burlar durante meses la presión policial y cómo todo desembocó en una matanza de tales dimensiones.

David Koresh, líder mesiánico de la secta davidiana que rendía pleitesía a un culto escindido en 1934 de la iglesia Adventista del Séptimo Día, convenció a casi un centenar de personas para atrincherarse en un rancho a las afueras de Waco.

Encerrados en su propiedad, los davidianos, entre los que se encontraban numerosos niños, celebraban diferentes ritos bíblicos, que culminarían con "la conmemoración del Apocalipsis".

Tras 51 días de asedio, en los que hubo enfrentamientos puntuales con armas de fuego y se consiguió la liberación de algunos niños, los agentes del FBI y del Departamento de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF), decidieron asaltar el rancho.

Nada más comenzar el asalto policial, se produjo una explosión que provocó un incendio.

La investigación posterior determinó que el fuego había sido provocado por el autoproclamado mesías y sus seguidores para hacer realidad el suicidio colectivo que ansiaban, tal y como establecía su religión.

Desde entonces, la sociedad estadounidense se pregunta cómo es posible que el FBI no hubiera detenido antes a David Koresh, puesto que había estado predicando sus ideas durante siete años y medio.

"Fue un desastre, y actuamos directamente en él; no había buenas opciones, estabas condenado si actuabas y también si no lo hacías", se lamenta aún Byron Sage, que sirvió como uno de los negociadores con el líder de los davidianos y que ya se encuentra retirado.

Las crónicas de la época apuntaban directamente a las fricciones dentro del FBI como uno de los motivos por los cuales no hubo una estrategia efectiva para acabar con el atrincheramiento de la secta antes de ocurrir la tragedia.

Según el diario Dallas News, en la institución hay voces que ahora argumentan que las agresivas tácticas policiales "de la vieja escuela", enfocadas en castigar a los miembros de la secta, reforzaban el amor y adhesión de estas personas a la voluntad de Koresh.

Los desacuerdos entre los agentes se volvieron tan intensos que algunos negociadores alegaron que comunicarse con sus colegas tácticos en Waco era "más difícil" que negociar con el supuesto mesías.

Después de la tragedia, Janet Reno, que era fiscal general en 1993, asumió con firmeza ante el Congreso la responsabilidad de la masacre interponiéndose, como un escudo blindado, entre el presidente Bill Clinton y sus feroces críticos en el legislativo.

Este núcleo mantenía la teoría de que fue un error tratar de entrar por la fuerza al rancho de los davidianos, con el lanzamiento de gases lacrimógenos desde carros de combate, para forzar la salida de las personas que estaban dentro del edificio.

Los críticos aseguran que el incendio fue provocado por estas granadas y no por los sectarios, como refleja el informe oficial.

Sin embargo, Reno afirmó en una larga comparecencia en el Congreso que el único responsable de lo ocurrido fue el propio Koresh y que jamás hubo un malentendido en las negociaciones con él, ni ninguna filtración sobre la llegada policial, a pesar de que les estaban esperando con armas de fuego.

Los davidianos poseían un arsenal ilegal que incluía 48 fusiles de asalto convertidos en ametralladoras, y ya habían dado muestras de ser un grupo violento años atrás, cuando Koresh había llevado a sus seguidores a un tiroteo con un profeta rival en una disputa por el control de sus propiedades.

Hoy, en el 25 aniversario, apenas quedan ruinas de aquel fortín, y sobre los cimientos de la antigua residencia se levanta ahora un edificio multiusos que sirve tanto para el culto como para recibir a los turistas.

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