Alejandro Avalaos recuerda claramente el sentimiento que lo invadió hace unos cinco años, cuando él y su hermana Emily emprendieron el duro trayecto a Estados Unidos desde El Salvador cuando eran solo adolescentes.
“[Es] como de incertidumbre, uno no sabe qué hacer, más cuando uno tiene 15, 16 años y tiene que enfrentar esa situación”, narró Alejandro, ahora de 20 años.
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Tras cruzar la frontera en diciembre de 2016, fueron detenidos en Texas y eventualmente llevados a un albergue de menores.
Habían dejado su hogar huyendo de las amenazas de pandillas y abuso sexual, con la esperanza de que en el norte les esperaba un futuro mejor junto a su madre.
“Todo lo que pasaba en mi mente era, tengo a mi hermano aquí”, contó Emily Barillas, de 19. “Él me está protegiendo y si me regreso tengo a mi hermana allá, eso estaba en mi mente. Siempre pensando en mi hermano y mi hermana.”
En el centro para menores, fueron asistidos por Caridades Católicas, que logró localizar a su madre en Virginia.
“Después de eso, cuando vemos que el hogar está seguro, es cuando los niños pueden reunificarse con sus familias”, contó Héctor Cendejas, quien trabaja para la organización religiosa. “[Luego] proveemos servicios posteriores como recursos comunitarios para mejorar la dinámica familiar.”
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La historia de estos jóvenes es solo una de las miles de menores no acompañados que han llegado al país en los últimos años.
Caridades Católicas, a través de sus programas, ha asistido a cientos de menores para la reunificación con sus padres, familiares o tutores y anticipa que en los próximos meses tendrán que intensificar su labor aún más, ante el aumento de la llegada de niños migrantes en la frontera con México.
En febrero de 2017, Alejandro y Emily lograron lo que tanto anhelaban: reunirse con su mamá.
“Ellos dejaron las maletas tiradas a medio camino y corrimos a abrazarnos”, recordó su madre Erlinda Barillas.
“Creo que un abrazo así no se olvida, fue el primer abrazo después de 12 años”, dio Alejandro.
“Sentí que una parte de mi corazón se completó”, continuó Emily. “Sentí que la familia iba a estar completa.”
Erlinda Barilla llegó a EE. UU. en 2005 con fines de trabajar y enviar dinero a El Salvador para que sus tres hijos pudieran completar sus estudios.
“Le doy gracias a Dios porque me dio la fuerza para hacer todo lo posible para que mis hijos vayan a la universidad.” Y sí que lo han hecho. Alejandro estudia computación y Emily aspira a ser policía.
“Estamos más seguros aquí que en otros, que en mi país. Aquí podemos ir a la escuela tranquilos.”
Con el reciente restablecimiento del programa de menores centroamericanos, Caridades Católicas reabrirá los casos que estaba manejando cuando el programa fue suspendido en 2017.
Bajo este, los residentes legales de los Estados Unidos con hijos menores que residen en El Salvador, Guatemala y Honduras pueden solicitar que sus hijos se instalen con ellos.
Para una consulta gratuita puedes llamar al 571-364-8010.
